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Audiolibro: Parnaso Filipino por Eduardo Martín de la Cámara
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PARNASO FILIPINO
ANTOLOGÍA DE POETAS DEL ARCHIPIÉLAGO MAGALLÁNICO
Prólogo, selección y notas DE EDUARDO MARTÍN DE LA CÁMARA
BARCELONA CASA EDITORIAL MAUCCI Gran Medalla de oro en las Exposiciones de Viena de 1903, Madrid 1907, Budapest 1907 y Gran Premio en la de Buenos Aires de 1910.
MALLORCA 166
ES PROPIEDAD DE ESTA CASA EDITORIAL
A LA HONRADA MEMORIA DE MI PADRE Eduardo Martín de la Cámara y Dávila,
Notario que fué de Manila; español a ultranza; humano, fraterno y justo, cuando el serlo, bajo aquel "medio", despertaba suspicacias... E.M. de la C. y M.
PROLOGO
No te alegres, lector, al afrontar el título de este volumen, imaginando que van a servirte versos escritos en todas o algunas de las treinta y tantas lenguas vernáculas del Archipiélago Filipino. Ni yo sabría aderezar ese manjar, ni tú cómo catarle. Sobre que tal poesía es parva, "difícil de exponer", según el ilustrado erudito de allá Don Epifanio de los Santos Cristóbal, y con la antinomia de ser sus cultivadores, tanto o más que los autóctonos, misioneros españoles, en rimas "a lo divino", enderezadas a inyectar la fe de Cristo en los corazones isleños.
Los poetas son filipinos, pero los versos castellanos.
Por los dedos pueden contarse los vates indígenas en nuestro romance durante los tres siglos y pico de dominación hispánica. W.E. Retana[1] nota tres hasta 1896: Atayde, Paterno y Rizal. Hubo algunos más: Seva, quejumbrón cantor de Charing (que aquí diríamos Rosarito); Manolo Rávago, en números de pura ortodoxia; Juan Caro y Mora, Hermógenes Marcó, Isabelo de los Reyes, etcétera, y ciertos bardos de ocasión aspirantes a la láurea en los certámenes patrióticos y religiosos, mocerío casi siempre adoctrinado en el "Ateneo" de la Compañía. Hasta 1898, año límite de nuestro señorío, fué meñique la falange versificadora, ¿Motivos? Retana aduce dos: la censura de imprenta y el desconocimiento del castellano literario por la mayor parte de los filipinos netos. Con la primera,--ejercida por funcionarios a tono con el ambiente, de patriotismo anquilosado, dignos de las covachuelas de Fernando VII,--sobra para justificar la inanidad del Arte egregio que no admite trabas ni menoscabos, sólo germinante en la gleba arada con reja de libertad y de justicia.
Cuanto a la propagación del castellano, prueba Retana, documentalmente, cómo la coercieron los frailes--excepción los jesuítas--contrariando espíritu y letra de sucesivas reales cédulas metropolitanas. Cuán poco valió la treta lo demuestra no haber finado 1898 sin que vieran la luz pública composiciones de los más altos metrificadores tagalos, Cecilio Apóstol, Fernando Mª Guerrero y José Palma, seguramente florecidas en aquellos retirados cenáculos donde se hacía literatura y revolución.
¿Están todos los que son y son todos los que están? Creemos sinceramente que sí. De los "inolvidables" no debe de faltar ninguno. Si se advierte llenura en la selección, entiéndase que el editor tiene sus exigencias y que este volumen ha de contar predeterminado número de páginas. Por añadidura, tratándose de exhumar una literatura inédita para muchedumbre de españoles, pide la discreción entregar al lector los mayores elementos de juicio en cantidad y calidad.
Poetas se hallarán capaces de medirse con los consagrados nuestros: tales Guerrero y Apóstol. Rizal, Bernabé, Recto, Palma, Balmori, Pérez Tuells, Victoriano, Torres, Marfori, muéstranse también versificadores de inspiración y enjundia, sin desdeñar a los otros, ni a ninguno, como explícitamente demuestra la recolección de su cosecha pimplea. Pero no queremos trocar en índice lo que es prólogo. Además, bueno es dejar un margen al leyente para que, con su propia solercia, espigue en el FLORI
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